Aunque Horacio Quiroga se conoce como criollista
por antonomasia, también merece el honor de haber escrito tal vez el primer
cuento mágicorrealista, no sólo de la América Latina sino del mundo entero.
Publicado por primera vez el 27 de junio de 1920 en el diario porteño La
Nación, “El hombre muerto” comparte varios rasgos con la pintura
mágicorrealista europea y norteamericana que irrumpe hacia 1918 como reacción
contra el expresionismo. Por ejemplo, veamos el cuadro pintado en 1928 por el
alemán Franz Radziwill, Accidente fatal de Karl Buchstätter.
Aunque se
trata de la muerte de un famoso piloto alemán, cuyo avión ya empezó a caer,
el cuadro no tiene nada de dramatismo. El avión más bien parece suspendido en
el centro del cielo en la parte superior del lienzo sin llamas ni humo. No se
turba en absoluto la tranquilidad del paisaje rural pintado con una gran
precisión en la parte inferior. Los paralelismos entre la pintura y la
literatura respecto a este tema se refuerzan en el poema “Paisaje con la
caída de Ícaro” (1954) del autor norteamericano William Carlos Williams, que
describe sin emoción el cuadro pintado en 1555 por Breughel.
Sin embargo, se puede demostrar el realismo
mágico de “El hombre muerto” aun más fácilmente contrastándolo con “A la
deriva” (1912), cuento típicamente criollista del mismo Quiroga. Mientras el protagonista de “A la deriva” es un peón mestizo nombrado
Paulino que muere como consecuencia de haber sido mordido por una víbora, el
protagonista anónimo de “El hombre muerto” es un colono, probablemente
extranjero, dueño de su propia tierra, que muere como consecuencia de un
accidente sumamente inesperado. Después de luchar y triunfar durante unos
diez años contra las fuerzas de la naturaleza, el hombre, al cruzar una cerca
de alambre de púa de su propio bananal, se resbala y se le clava en el
vientre su propio machete. Lo que crea, más que nada, el ambiente
mágicorrealista es la falta de emoción, la falta de dramatismo con que se
narra el accidente. El hombre herido no siente ningún dolor, no grita y no
aparece ni una gota de sangre.
En cambio, en “A la deriva”, Paulino observa con
desesperación creciente cómo va aumentando el dolor a medida que el veneno va
invadiendo toda la pierna y luego todo el cuerpo. En busca de ayuda, se
dirige a su rancho y luego se mete en su canoa con la esperanza de llegar a
Tacurú-Pacú. El río Paraná pregona su muerte próxima con su imagen de ataúd:
“una inmensa hoya, cuyas paredes altas de cien metros, encajonan fúnebremente
el río. . . muralla lúgubre... un silencio de muerte” (Quiroga, “A la deriva”
15).
En “El hombre muerto”, una vez herido, el
protagonista no se mueve para nada. Se asombra ante la indiferencia de la
naturaleza: el sol sigue brillando, “yace en el fondo del valle el Paraná
dormido como un lago” (Quiroga, “El hombre muerto” 82) y no se registra
ningún cambio en el paisaje. Su situación resulta aún más trágica y asombrosa
teniendo en cuenta la proximidad del muchacho que pasa rumbo al puerto nuevo,
del caballo que espera el momento de pasar por el alambrado y de su mujer con
sus dos hijos que vienen a buscarlo para almorzar en el momento de su muerte.
“El hombre muerto” luce una gran concentración
cronológica: son los últimos diecisiete minutos (11:43-12:00) en la vida del
protagonista. El tiempo avanza con una lentitud increíble marcada por la precisión
de la hora: el triple uso de “acababa de” en la primera página; “no han
pasado dos segundos”; “las sombras no han avanzado un milímetro” (Quiroga,
“El hombre muerto” 81); el muchacho que pasa todas las mañanas “a las once y
media”; el accidente ocurrió “hace dos minutos”; “a las doce menos cuarto”
(Quiroga, “El hombre muerto” 82) salen del chalet su mujer y sus dos hijos; y
“a mediodía” (Quiroga, “El hombre muerto” 83) muere.
El asombro del protagonista ante el accidente
inverosímil y ante su muerte próxima se anuncia en la primera oración del
cuento cuya personificación del machete deja asombrado al lector: “El hombre
y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal” (Quiroga, “El
hombre muerto” 81). El anonimato del protagonista refleja el aspecto
arquetípico, junguiano del realismo mágico reforzado por su posición algo
fetal después del accidente: “Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas
dobladas y la mano izquierda sobre el pecho” (Quiroga, “El hombre muerto”
81).
A pesar de que “El hombre muerto” está ubicado en
Misiones cerca del río Paraná, a diferencia de “A la deriva”, de otros
cuentos criollistas suyos y de toda Hispanoamérica, no hay ningún giro
regional. En efecto, fuera de los pensamientos del hombre que agoniza, no hay
nada de diálogo. Tampoco aparecen detalles geográficos como en “A la deriva”.
Otro contraste entre “El hombre muerto” y “A la
deriva”, y la narrativa criollista en general, es la falta de protesta social
en el primero.
Aunque la muerte en los dos cuentos se debe al azar, en “A la
deriva”, la muerte del peón podría atribuirse a la falta de médicos y de
sueros antitóxicos en esa zona. Además, se subraya la protesta por la
analogía, algo gratuita, con la crucifixión de Jesús: Paulino en su último
momento de vida recuerda haber conocido al recibidor de maderas de míster
Dougald “en Puerto Esperanza un Viernes Santo” (Quiroga, “A la deriva” 15).
En cambio, “El hombre muerto” termina de un modo totalmente antidramático. La
focalización se cambia del hombre agonizante al caballo. El momento de la
muerte se señala por el paso del caballo antes “inmóvil de cautela ante el
esquinado del alambrado... entre el poste y el hombre tendido que ya ha
descansado” (Quiroga, “El hombre muerto” 83).
El hecho de que Horacio Quiroga no haya escrito
otros cuentos mágicorrealistas no desmiente en absoluto la identificación de
“El hombre muerto” con esta tendencia universal que había de florecer en las
décadas siguientes con los cuentos tan insignes de Jorge Luis Borges, Dino Buzzati
y Truman Capote, y con las novelas de Ernst Jünger, André Schwarz-Bart y
Gabriel García Márquez.
FIN
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Mierdaa..... .________________________. no tengo ganas de leer
ResponderEliminarJaja, si está hasta cortito. Bueno, saludos y gracias por visitar el blog.
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