Cómo seducir a un jurado literario
Por: Juan Terranova
Un amigo irá, este año del señor de 2009, a por la trascendencia cultural
instantánea de los premios literarios y me pidió algunos consejos para ganar
y dar El Gran Batacazo Intelectual. Me negué pensando que uno es capaz de
cualquier cosa inmerso en los inviernos semi-cruentos que nos depara Buenos
Aires pero el estío nos da fortaleza para mantener ciertos niveles de
integridad. Sin embargo, mientras el domingo se nublaba, durante un momento
de clara desconcentración deportiva en que perdí un partido de tenis que
podría haber ganado, pensé que una serie de puntos extraídos de la vieja
cantera del resentimiento personal-profesional no le podían hacer mal a nadie
y me servirían de excusa para no tener que desmenuzar la tilinguísima
columna que Juana Libedinsky publicó en la sección Cultura de La
Nación. (Se titula “El
balneario que inspiran a los escritores”. De neto corte periodístico
–esto es, inventar una tendencia ahí donde se dan casos aislados- su tesis
central sostiene que San Ignacio “inspira” a Martín Amis y Jorge Lanata y por
ello se convierte en el “balneario de los escritores”. Puedo tolerar a
regañadientes un 6-3 abajo con amenaza de lluvia, pero no semejante muestra de
genuflexión cultural.) |
Las claves del éxito
Sea claro. A los jurados no les interesan sus retorcidos pensamientos o su prosa arrebolada. Su escritura, entonces, no debe contener interrogantes, preguntas retóricas o escollos traumáticos de ningún tipo.
Sea metafórico. Pero con metáforas fáciles de identificar. No se vuelva loco buscando uniones imposibles o demasiado sugerentes.
Sea esquemático. Los hijos vienen después de los padres. ¿Por qué ir en contra de esta ley natural e insobornable? Una historia cronológica siempre es absorbida con mayor comodidad por los ocupados miembros del jurado que vienen de tragarse varios centenares de páginas, muchas veces de insatisfactoria lectura.
Intente ser mujer. Las mujeres, por simple estadística, tienen más posibilidades de ganar que los hombres. No se trasvista.
Intente tener una historia personal trágica. Haber sobrevivido a un accidente aéreo, a un atentado terrorista, a un exilio político, siempre causa buena impresión en un jurado internacional de escritores célebres. No subestime nunca este punto.
Tenga un trabajo honrado. Seamos justos, ¿quién va a premiar a un vago, a un vividor, a un proxeneta o a un tahúr? Nunca pasó y nunca va a pasar.
Sea positivo. Sobre todo, sea positivo. Si pone un nazi en su novela, por ejemplo, castíguelo por las atrocidades del nazismo. Los buenos deben ganar al final. O al menos, los malos deben perder. Siempre ayuda si el mensaje es, en alguna medida, redentor.
No escriba sobre piratas. De verdad, no lo haga.
Sea liberal en economía. Los pobres no son necesariamente nocivos, se trata de gente que no ha logrado ser parte decente de la sociedad. No la margine de sus tramas, pero tampoco se crispe al punto de hacer patente una fea agresividad contra los que manejan los hilos pegajosos y adictivos del capital.
Sea conservador. Incluso ligeramente reaccionario, sobre todo en el aspecto político. Para lograrlo puede utilizar las mejores partes de la poesía argentina. (Y también las peores.)
Sea manso y equilibrado. No se entusiasme. Queda mal.
Evite sobre todo las arbitrariedades y las contradicciones. Confunden al lector, lo ponen en situación de riesgo con respecto al mundo, lo fuerzan a tomar posición.
Sea melancólico, nostálgico, tristón. Para lograrlo puede utilizar las peores zonas del tango. Desde el momento en que la cultura es un bien acumulativo y la sabiduría acompaña los años, ningún jurado importante del mundo jamás baja de un promedio de cincuenta años de edad. Por lo tanto, ellos estarán de acuerdo en que “todo tiempo pasado fue mejor”. Recuerde estas simples consignas: antes los seres humanos eran menos violentos, leían más libros, miraban poco o nada de televisión, y tenía una opinión más clara y firme de sí mismos. Explote estas verdades insoslayables en su escritura.
Use anteojos. Antes de marco de acero, redondos, a lo Trotsky, ahora de diseño con marco negro. Los anteojos no suelen escribir obras legibles, por lo tanto no garantizan nada, pero quedan realmente muy bien en las fotos de promoción si usted triunfa.