Ganar un certamen literario no es fácil, pero
siguiendo estos consejos es posible aumentar las posibilidades de hacerlo.
Los concursos literarios son, en muchas ocasiones,
el único modo de que un escritor novel comience a labrarse un currículo literario
antes de publicar su primera novela. Son también un modo de ganar algún
dinero con esos textos inéditos que languidecen en el cajón y, además, dado que
la mayoría de ellos incluyen la publicación de la obra ganadora, es la ocasión
perfecta para comenzar a publicar.
Un pez
muy pequeño en un océano muy grande.
Sin embargo, según la guía que cada año publica Fuentetaja, en España se convocan más de 1.800 premios cada
año. Si recurrimos a páginas web especializadas en estos concursos como premiosliterarios.com, el
número de certámenes asciende hasta la cifra de 3.500 anuales. La cantidad de
originales enviados a estos concursos literarios oscilan entre unas docenas y
varios centenares. La mera multiplicación de originales y concursos arroja un
total mareante.
Más de cinco millones de textos, entre novelas,
relatos, antologías, poemarios y poemas sueltos, se presentan cada año a algún
premio literario en España. Ante un resultado como este, tan sólo cabe agachar
la cabeza y comprender que cualquier texto que decidamos enviar a un concurso
no es más que un pez muy pequeño en un océano muy grande.
Es imposible saber a priori si vamos a tener éxito
en nuestro intento, pero podemos tomar medidas para que, al menos, nuestro pez
no sea el primero que termine en el lecho marino que, la mayoría de las veces,
adopta forma de papelera. ¿Cuáles son estas medidas? A continuación revisaremos
algunas de las más básicas.
La
importancia de la corrección ortográfica en los concursos literarios
El jurado de un concurso literario típico tiene que
enfrentarse a una montaña de cientos de originales y decidir cuáles pasan a la
siguiente ronda y cuáles no. En una primera criba, basta la aparición de dos
flagrantes errores ortográficos para que un texto termine en la papelera.
El jurado, directamente, dejará de leer, consciente de que, según la Ley de
Sturgeon, “el 90% de todo es basura” y que el 10% restante no comete
errores de ortografía.
Para evitar estos errores no basta con utilizar el
corrector del procesador de textos, ya que este es incapaz de distinguir entre
“vaca” y “baca”, “cuando” y “cuándo” e infinidad de palabras más. Es necesario
siempre imprimir el texto y leerlo despacio, con atención y un bolígrafo rojo a
mano. Se desaconseja corregir directamente en pantalla: internet ha convertido
en costumbre la lectura superficial y es muy fácil que pasemos por alto un
error que luego será obvio en el texto impreso.
La
primera frase: atrapa al lector y ya no lo sueltes
“En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no
quiero acordarme…”, “Era el peor de los tiempos, era el mejor de los tiempos…”,
“El día que a Santiago Nasar lo iban a matar…” Grandes frases de obras
inmortales que enganchan al lector. Lo hacen porque le remiten a hechos que
están por suceder.
¿Qué sucedió en ese lugar de La Mancha?, ¿quién es
Santiago Nasar y quién y por qué lo iba a matar?, ¿qué tiempos son esos? Una
vez leídas esas frases es imposible no hacerse esas preguntas, aunque sea de
modo inconsciente. Son ejemplos perfectos de cómo comenzar una historia de modo
que atrape al lector.
Atrapar al lector siempre es importante, pero en el
caso de que se trate del jurado de un concurso literario es vital. Pensemos que
esa persona tendrá ante sí cientos de relatos (el 90% de ellos basura, conviene
recordar) y que la tentación de eliminar a la mínima uno de ellos siempre está
presente. En este contexto, la primera frase es fundamental. Lo mismo ocurre
con el primer párrafo.
El primer
párrafo: una declaración de intenciones
Si la primera frase debe atrapar al lector,
adelantándole tan sólo una parte de lo que va a ocurrir como el anzuelo que
tienta al pez despistado, el primer párrafo debe contener los elementos más
característicos del estilo con que está escrito la narración.
¿Cuál es la voz del narrador?, ¿primera persona,
tercera omnisciente, tercera focalizada, tal vez segunda?, ¿está escrito en un
estilo seco y cortante, o alambicado y barroco? Todo eso deberá quedar plasmado
en mayor o menor medida en el primer párrafo que, por supuesto, no deberá
contener ni un solo error ortográfico o gramatical.
A muchos les sorprendería saber cuántos textos
participantes en un concurso literario van directamente a la papelera tras la
lectura de su primer párrafo. Como corolario a la Ley de Sturgeon anteriormente
expuesta, el 90% de los candidatos a un concurso se descartan tras la lectura
de tan solo el 10% de su contenido.
Y a
partir de ahí, mejora hasta el final de la historia
Si un texto cumple los apartados anteriores, si no
tiene faltas ortográficas ni gramaticales, cuenta con buena primera
frase y un primer párrafo bien construido, las posibilidades de que sea leído
por completo aumentan de un modo espectacular. Ahora bien, de nada sirve todo
esto si a partir del segundo párrafo la narración decae.
Por tanto es imprescindible que su autor lo corrija
una y otra vez en un intento de arañar la perfección, que adopte la capacidad
de juzgar de manera independiente su obra y que, hasta cierto punto, disfrute
de la fase de corrección. A fin de cuentas, es en esta fase donde un texto
crece realmente.
Una vez cumplidos estos pasos, poco más queda por
hacer. Enviarlo a diferentes concursos literarios respetando siempre las bases
y llevando un seguimiento de cada obra: a dónde se ha enviado, cuándo se emite
el fallo del jurado, a qué premios opta… Y, sobre todo, leer cuanto sea posible y recordar que la razón por la que se escribe no es ganar dinero o premios
literarios.
graciass,,,son de gran ayuda,,cuidensennnn-----------------------
ResponderEliminarQue bien que te hayan servido, pronto tendrán mucho más material interesante por acá.
EliminarSaludos