Una excelente entrevista realizada por Sean Penn al genio Charles Bukowsky.
Charles Bukowski nació en Andernach, Alemania, en 1920. A los tres años de
edad llegó a los Estados Unidos y creció en Los Angeles. Actualmente reside en
San Pedro, California, con su esposa, Linda. Famoso borracho, peleador y
mujeriego, Genet y Sartre lo llamaron “el mejor poeta de los Estados Unidos”,
pero sus amigos lo llaman Hank.
Bares:“Ya no voy mucho a bares. Saqué eso de mi sistema. Ahora, cuando
entro a un bar, siento náuseas. Estuve en demasiados, es apabullante. Son para
cuando uno es más joven: todo eso de irse a las manos con un tipo, hacerse el
macho, levantarse minas. A mi edad, ya no lo necesito. Hoy sólo entro a los
bares para mear. A veces cruzo la puerta y empiezo a vomitar”.
El alcohol: “El alcohol es probablemente una de las mejores
cosas que han llegado a esta tierra, además de mí. Entonces nos llevamos bien.
Es destructivo para la mayoría de la gente, pero yo soy un caso aparte. Hago
todo mi trabajo creativo cuando estoy intoxicado. Incluso me ha ayudado con las
mujeres. Siempre fui reticente durante el sexo, y el alcohol me ha permitido
ser más libre en la cama. Es una liberación porque básicamente yo soy una
persona tímida e introvertida, y el alcohol me permite ser este héroe que
atraviesa el espacio y el tiempo, haciendo un montón de cosas atrevidas…
Entonces el alcohol me gusta, cómo no”.
Fumar: “Me gusta fumar. El cigarrillo y el alcohol se equilibran. Yo solía
despertarme de una borrachera y había fumado tanto que mis dos manos estaban
amarillas, casi marrones, como si tuviera puestos guantes. Y me preguntaba:
‘¡Mierda! ¿Cómo se verán mis pulmones?’”.
Vasos Vacios. Entrevista Sean Penn a Charles Bukowsky
Pelear: “La mejor sensación es cuando golpeás a un tipo que no se supone que
puedas golpear. Una vez me metí con un tipo, me estaba insultando. Le dije:
‘Bueno, adelante’. No tuve ningún problema, le gané la pelea fácilmente. Estaba
tirado en el piso. Tenía la nariz ensangrentada. Me dijo: ‘Jesús, te movés
siempre tan lentamente que pensé que serías fácil. Y cuando empezó la condenada
pelea, ya no podía ver tus manos, te volviste tan rápido. ¿Qué pasó?’. Le dije:
‘No sé, hombre. Así son las cosas. Uno ahorra para cuando tiene que usarlo’”.
Los gatos: “Es bueno tener un montón de gatos alrededor. Si
uno se siente mal, mira a los gatos y se siente mejor, porque ellos saben que
las cosas son como son. No hay por qué entusiasmarse y ellos lo saben. Por eso
son salvadores. Cuantos más gatos uno tenga, más tiempo vivirá. Si tenés cien
gatos, vivirás diez veces más que si tenés diez. Algún día esto será
descubierto: la gente tendrá mil gatos y vivirá para siempre. Realmente es
ridículo”.
Las mujeres y el sexo: “Yo las llamo máquinas de quejarse.
Las cosas con un tipo nunca están bien para ellas. Y cuando me tiran toda esa
histeria… Tengo que salir, agarrar el auto e irme. A cualquier parte. Tomar una
taza de café en algún lado. En cualquier lado. Cualquier cosa menos otra mujer.
Supongo que están construidas de diferente manera, ¿no? Cuando la histeria
empieza, se acaba todo. Uno se tiene que ir, ellas no entienden por qué.
‘¿Adónde vas?’, te gritan. ‘¡Me voy a la mierda, nena!’. Piensan que soy un
misógino, pero no es verdad. Es puro boca a boca. Escuchan que Bukowski es ‘un
cerdo macho chauvinista’, pero no chequean la fuente. Seguro, a veces pinto una
mala imagen de las mujeres en mis cuentos, pero con los hombres hago lo mismo.
Incluso yo salgo mal parado muchas veces. Si realmente pienso que algo es malo,
digo que es malo, sea hombre, mujer, niño o perro. Las mujeres son tan
quisquillosas, piensan que me las agarro con ellas en particular. Ése es su
problema”.
La primera vez: “Mi primera vez fue la más rara. No sabía cómo
hacerlo, y ella me enseñó a chuparle la concha y todas esas cosas de coger. Me
acuerdo de que me decía: ‘Hank, sos un buen escritor, pero no sabés una mierda
sobre las mujeres’. ‘¿Qué querés decir? Estuve con un montón de mujeres.’ ‘No,
no sabés nada. Dejame enseñarte algunas cosas.’ Le dije que bueno y ella: ‘Sos
buen estudiante, entendés rápido’. Eso fue todo. (Está un poco avergonzado. No
por los detalles sino por el sentimentalismo del recuerdo.) Pero todo ese
asunto de chupar conchas se puede poner un poco servil. Me gusta hacerlas
gozar, pero… Todo está sobrevalorado. El sexo sólo es una gran cosa cuando no
lo hacés”.
El sexo antes del sida (y su casamiento): “Yo nada más
entraba y salía de entre las sábanas. No sé, era como un trance, un trance de
coger. Y las mujeres… uno les decía algo, las tomaba de la muñeca, ‘vamos,
nena’, las guiaba hasta el dormitorio y se las cogía. Cuando uno entra en el
ritmo, sigue adelante. Hay un montón de mujeres solitarias allá afuera. Son
lindas, pero no se saben conectar. Están sentadas solas, van al trabajo,
vuelven a la casa… es algo maravilloso para ellas que un tipo se les aparezca.
Y si se sienta cerca, bebe y habla, es entretenimiento. Estuvo bien, tuve
suerte. Las mujeres modernas… no te cosen los botones”.
Escribir: “Escribí un cuento desde el punto de vista de un violador de una niña muy
pequeña. Y la gente me acusó. Me hicieron entrevistas. Decían: ‘¿Le gusta
violar a niñitas?’. Dije: ‘Por supuesto que no. Estoy fotografiando la vida’.
Me metí en problemas con montones de cosas. Pero, por otro lado, los problemas
venden libros. Pero, en última instancia, escribo para mí. (Da una larga pitada
a su cigarrillo.) Es así. La pitada es para mí, la ceniza es para el cenicero.
Eso es publicar. Nunca escribo de día. Es como ir al supermercado desnudo. Todo
el mundo te puede ver. De noche es cuando se sacan los trucos de la manga… la
magia”.
La poesía: “Siempre recuerdo que, en el patio de la escuela,
cuando aparecía la palabra ‘poeta’ o ‘poesía’, todos los pendejos se reían y se
burlaban. Puedo ver por qué: es un producto falso. Ha sido falso y snob y
endogámico por siglos. Es ultradelicado, sobreapreciado. Es un montón de
mierda. Durante siglos, la poesía es casi basura total. Es una farsa. Ha habido
grandes poetas, no me entienda mal. Hay un poeta chino llamado Li Po. Podía
poner más sentimiento, realismo y pasión en cuatro o cinco sencillas líneas que
la mayoría de los poetas en sus doce o trece páginas de mierda. Y bebía vino
también. Solía quemar sus poemas, navegar por el río y beber vino. Los
emperadores lo amaban porque podían entender lo que decía. Por supuesto, sólo
quemó sus poemas malos. Lo que yo quise hacer, si me disculpa, es incorporar el
punto de vista de los obreros sobre la vida… los gritos de sus esposas que los
esperan cuando vuelven del trabajo. Las realidades básicas de la existencia del
hombre común… algo que pocas veces se menciona en la poesía desde hace siglos.
Mejor, que quede registrado que dije que la poesía es una mierda desde hace
siglos. Y una vergüenza”.
Céline: “La primera vez que leí a Céline, me fui a la cama con una caja grande de
galletitas Ritz. Empecé a leerle y me comía una galletita Ritz, me reía, me
comía una Ritz, leía. Leí la novela entera de un tirón y me terminé la caja de
galletitas. Y me levanté y tomé agua. Tendrías que haberme visto. No me podía
mover. Eso es lo que un buen escritor te puede hacer. Casi te puede matar. Un
mal escritor puede hacerlo, también”.
Shakespeare: “Es ilegible y está sobrevalorado. Pero la gente
no quiere escuchar esto. Uno no puede atacar templos. Ha sido fijado a lo largo
de los siglos. Uno puede decir que tal es un pésimo actor, pero no puede decir
que Shakespeare es mierda. Cuando algo dura mucho tiempo, los snobs empiezan a
aferrarse a él, como ventosas. Cuando los snobs sienten que algo es seguro, se
aferran. Pero si les decís la verdad, se ponen salvajes. No pueden soportarlo.
Es atacar su propio proceso de pensamiento. Me desagradan”.
Su material de lectura favorito: “Leí en el The National Enquirer
una nota titulada ‘¿Es su marido homosexual?’. Linda me dijo: ‘¡Tenés voz de
puto!’. Yo dije: ‘Oh, sí, siempre me lo pregunté’. Ese artículo decía: ‘¿Su
marido se depila las cejas?’. Y yo pensé, mierda, lo hago todo el tiempo. Ahora
sé lo que soy. Me depilo las cejas, soy un puto. Es muy amable de parte de The
National Enquirer decirme lo que soy”.
El humor y la muerte: “El último gran humorista era un
tipo llamado James Thurber. Pero su humor era tan magnífico que tuvieron que
ignorarlo. Este tipo era, podría decirse, un psiquiatra de las edades. Tenía
algo ambiguo, hombre-mujer, veía cosas. Era sanador. Su humor era tan real que
uno gritaba de risa, era como una liberación frenética. Aparte de Thurber, no
puedo pensar en nadie… Yo tengo algo de humorista, pero no como él. No llamo
humor a lo que tengo, lo llamo un ‘filo cómico’. Estoy colgado en eso. Casi
todo lo que pasa es ridículo. Cagamos todos los días. Eso es ridículo, ¿no te
parece? Tenemos que seguir meando, poniendo comida en nuestras bocas, nos sale
cera de los oídos. Tenemos que rascarnos. Cosas feas y tontas, ¿o no? Las tetas
no sirven para nada, salvo…”.
Nosotros: “La verdad es que somos monstruosidades. Si
pudiéramos vernos, podríamos amarnos, darnos cuenta de lo ridículos que somos,
con nuestros intestinos retorcidos por los que se desliza lentamente la mierda
mientras nos miramos a los ojos y decimos: ‘Te amo’. Nos carbonizamos y
producimos mierda, pero no nos tiramos pedos cerca del otro. Todo tiene un filo
cómico”.
Ganar: “Y después nos morimos. Pero la muerte no nos ha ganado. No ha mostrado
ninguna credencial. Nosotros hemos mostrado todas las credenciales. Con el
nacimiento, ¿nos ganamos la vida? No realmente, pero de seguro la hija de puta
nos tiene atrapados… La muerte me provoca resentimiento, la vida también, y
mucho más estar atrapado entre las dos. ¿Sabés cuantas veces intenté
suicidarme? Dame tiempo, sólo tengo 66 años. Sigo trabajando en eso. Cuando uno
tiene tendencias suicidas, nada lo molesta, excepto perder en las carreras de
caballos. ¿Por qué será? A lo mejor porque uno usa su mente en las carreras, no
su corazón. Pero nunca cabalgué. No estoy muy interesado en el caballo sino en
el proceso de acertar o no, selectivamente”.
Las carreras: “Traté de ganarme la vida con las carreras por un
tiempo. Es doloroso. Es vigorizante. Todo está al límite, el alquiler, todo.
Pero uno tiende a ser cuidadoso. Una vez estaba sentado en una curva. Había
doce caballos en la carrera y estaban todos amontonados. Parecía un gran
ataque. Todo lo que veía era esos grandes culos de caballo subiendo y bajando.
Parecían salvajes. Miré esos culos de caballos y pensé: ‘Esto es una locura
total’. Pero hay otros días en los que ganás cuatrocientos o quinientos
dólares, ganás ocho o nueve carreras al hilo, y te sentís Dios, como si lo
supieras todo. Y todo queda en su lugar”.
La gente: “No miro mucho a la gente. Es perturbador. Dicen que si mirás mucho a otra
persona, te empezás a parecer a ella. Pobre Linda. La mayoría de las veces me
la puedo pasar sin la gente. La gente no me llena, me vacía. No respeto a
nadie. Tengo un problema en ese sentido. Estoy mintiendo pero, creeme, es
verdad”.
La fama: “Es destructora. Es una puta, una perra, la destructora más grande de
todos los tiempos. A mí me tocó la mejor parte porque soy famoso en Europa y
desconocido aquí, en Estados Unidos. Soy uno de los hombres más afortunados. La
fama es terrible. Es una media en una escala del denominador común, la meten
trabajando a un nivel bajo. No tiene valor. Una audiencia selecta es mucho mejor”.
La soledad: “Nunca me sentí solo. He estado en una habitación,
me he sentido suicida. Estuve deprimido, me he sentido horrible más allá de lo
descriptible, pero nunca pensé que una persona podía entrar a una habitación y
curarme. Ni varias personas. En otras palabras, la soledad no es algo que me
molesta porque siempre tuve este terrible deseo de estar solo. Siento la
soledad cuando estoy en una fiesta, o en un estadio lleno de gente vitoreando
algo. Citaré a Ibsen: ‘Los hombres más fuertes son los más solitarios’. Nunca
pensé: ‘Bueno, ahora va a entrar una rubia hermosa y vamos a garchar, y me va a
frotar las bolas, y me voy a sentir bien’. No, eso no iba a ayudar. Viste cómo
piensa la gente común: ‘Guau, es viernes a la noche, ¿qué vamos a hacer? ¿Quedarnos
acá sentados?’. Bueno, sí. Porque no hay nada allá afuera. Es estupidez. Gente
estúpida mezclándose con gente estúpida. Que se estupidicen entre ellos. Nunca
tuve la ansiedad de lanzarme a la noche. Me escondía en bares porque no quería
esconderme en fábricas. Eso es todo. Les pido perdón a los millones, pero nunca
me sentí solo. Me gusta estar conmigo mismo. Soy la mejor forma de
entretenimiento que puedo encontrar”.
El tiempo libre: “Es muy importante tener tiempo
libre. Hay que parar por completo y no hacer nada por largos períodos para no
perderlo todo. Seas un actor o una ama de casa, cualquier cosa, tiene que haber
grandes pausas en las que no hacés nada. Uno se tira en una cama a mirar el
techo. Hacer nada es muy, muy importante. ¿Y cuánta gente lo hace en la
sociedad moderna? Muy poca. Por eso la mayoría está totalmente loca, frustrada,
enojada y odiosa. Antes de casarme, o de conocer a muchas mujeres, bajaba las
cortinas y me metía en la cama por tres o cuatro días. Me levantaba para cagar
y para comer una lata de porotos. Después me vestía y salía a la calle, y el
sol brillaba y los sonidos eran maravillosos. Me sentía poderoso, como una
batería recargada. Pero, ¿sabés qué me tiraba abajo? El primer rostro humano
que veía en la vereda. Esa cara nomás me hacía perder la mitad de la carga.
Esta cara monstruosa, sin expresión, tonta, sin sentimientos, cargada de
capitalismo. Pero aun así valía la pena, me quedaba la mitad de la carga
todavía. Por eso el tiempo libre es importante. Y no digo tomarse tiempo para
tener pensamientos profundos. Hablo de no pensar en absoluto. Sin pensamientos
de progreso, sin pensamientos sobre uno mismo. Sólo ser un haragán. Es
hermoso”.
La belleza: “No existe algo como la belleza, especialmente en
un rostro humano, eso que llamamos fisonomía. Todo es un imaginado y matemático
alineamiento de rasgos. Por ejemplo, si la nariz no sobresale mucho, si los
costados están bien, si las orejas no son demasiado grandes, si el cabello no
es demasiado largo. Es una mirada generalizadora. La gente piensa que ciertos
rostros son hermosos, pero, realmente, no lo son. La verdadera belleza, por
supuesto, viene de la personalidad. No tiene nada que ver con la forma de las
cejas. Me dicen de tantas mujeres que son hermosas… pero cuando las veo, es
como mirar un plato de sopa”.
La fealdad: “No existe. Hay algo llamado deformidad, pero la
simple fealdad no existe. He dicho”.
Érase una vez: “Era invierno, yo me estaba muriendo de hambre
intentando ser escritor en Nueva York. No había comido en tres o cuatro días.
Así que finalmente dije: ‘Me voy a comer una gran bolsa de pochoclo’. Cada
grano era como un churrasco. Tragaba y echaba pochoclo a mi estómago que decía
‘¡Gracias, gracias!’. Estaba en el paraíso, caminando por ahí, hasta que dos
tipos pasaron a mi lado y uno le dijo al otro: ‘¡Jesús!’. El otro dijo: ‘¿Qué
pasa?’ ‘¿Viste a ese tipo comiendo pochoclo? Dios, era horrible.’ Así que no
pude disfrutar el resto del pochoclo. Pensé qué quisieron decir con eso de que
‘era horrible’. Yo estaba en el paraíso. Supongo que era un poco cochino. Ellos
siempre pueden distinguir a un tipo hecho mierda”.
La prensa: “Disfruto las cosas malas que se dicen sobre mí.
Aumenta la venta de libros y me hace sentir malvado. No me gusta sentirme bien
porque soy bueno. ¿Pero malo? Sí. Me da otra dimensión. Me gusta ser atacado.
‘¡Bukowski es desagradable!’ Eso me hace reír, me gusta. ‘¡Es un escritor
desastroso!’ Sonrío más. Me alimento de eso. Pero cuando un tipo me dice que
dan un texto mío como material de lectura en una universidad, me quedo
boquiabierto. No sé, me aterra ser demasiado aceptado. Siento que hice algo
mal”.
El dedo: (Levanta el dedo meñique de su mano izquierda) “¿Viste alguna vez este
dedo? (El dedo parece paralizado en una forma de “L”). Me lo rompí una noche,
borracho. No sé por qué, pero nunca se acomodó. Pero funciona perfecto para la
letra ‘a’ de la máquina de escribir, y qué demonios, le agrega algo a mi
personaje”.
La valentía: “A la mayoría de la gente supuestamente valiente
le falta imaginación. Es como si no pudieran concebir lo que sucedería si algo
saliera mal. Los verdaderos valientes vencen a su imaginación y hacen lo que
deben hacer”.
El miedo: “No sé nada sobre eso”. (Se ríe.)
La violencia: “Creo que, la mayoría de las veces, la violencia
es malinterpretada. Hace falta cierta violencia. En nosotros hay una energía
que necesita ser sacada. Creo que si esa energía es contenida, nos volvemos
locos. La paz última que todos deseamos no es un área deseable. De alguna
manera, no estamos destinados a eso. Por eso me gusta ver peleas de boxeo, y
por eso yo mismo las protagonizaba en mi juventud. A veces se llama violencia a
la expulsión de energía con honor. Hay locura interesante y locura
desagradable. Hay buenas y malas formas de violencia. Es un término vago. Está
bien si no se hace a expensas de otros”.
El dolor físico: “Con el tiempo uno se endurece,
aguanta el dolor físico. Cuando estaba en el Hospital General, un tipo entró y
dijo: ‘Nunca vi a nadie aguantar la aguja con tanta frialdad’. Eso no es
valentía. Si uno aguanta suficiente dolor, uno cede. Es un proceso, un ajuste.
Pero no hay forma de acostumbrarse al dolor mental. Me mantengo lejos de él”.
La psiquiatría: “¿Qué consiguen los pacientes psiquiátricos? Una
cuenta. Creo que el problema entre un psiquiatra y su paciente es que el
psiquiatra actúa de acuerdo al libro, mientras que el paciente llega por lo que
la vida le ha hecho. Y aunque el libro pueda tener cierta perspicacia, las
páginas siempre son las mismas y cada paciente es diferente. Hay muchos más
problemas individuales que páginas. Hay demasiada gente loca como para
resolverlo diciendo: ‘Tantos dólares por hora, cuando suena el timbre
terminamos’. Eso sólo puede llevar a una persona un poco loca a la locura
total. Recién empiezan a abrirse y a sentirse bien cuando el psiquiatra dice:
‘Enfermera, arregle la próxima cita’. Todo es asquerosamente mundano. El tipo
está ahí para quedarse con tu culo, no para curarte. Quiere tu dinero. Cuando
suena el timbre, que entre el siguiente loco. Ahora, el loco sensible se va a
dar cuenta de que cuando el timbre suena, significa que lo cagaron. No hay
límites de tiempo para curar la locura, y no hay cuentas para eso, tampoco.
Muchos de los psiquiatras que yo he visto parecen estar al límite ellos mismos,
además. Pero están demasiado cómodos. Creo que el paciente quiere ver un poco
de locura, no demasiado. Ah, los psiquiatras son totalmente inútiles.
¿Siguiente pregunta?”.
La fe: “La fe está bien para los que la tienen. Mientras no me la tiren por la
cabeza. Tengo más fe en mi plomero que en el ser eterno. Los plomeros hacen un
buen trabajo. Dejan que la mierda fluya”.
El cinismo: “Siempre me acusaron de cínico. Creo que el
cinismo es una uva amarga. Es una debilidad. Es decir: ‘¡Todo está mal!
¿Entendés? ¡Esto no está bien! ¡Aquello no está bien!’. El cinismo es la
debilidad que evita que nos ajustemos a lo que ocurre en el momento. El
optimismo también es una debilidad. ‘El sol brilla, los pájaros cantan,
sonríe.’ Eso es mierda también. La verdad está en algún lugar entre los dos. Lo
que es, es. Si no estás listo para soportarlo, joderse”.
La moralidad convencional: “Puede que no exista el
infierno, pero los que juzgan pueden crearlo. Pienso que la gente está
sobredomesticada. Uno tiene que averiguar lo que le pasa, y cómo va a
reaccionar. Voy a usar un término extraño aquí: el bien. No sé de dónde viene,
pero siento que hay un básico rasgo de bondad en cada uno de nosotros. No creo
en Dios, pero creo en esta ‘bondad’, como un tubo dentro de nuestros cuerpos.
Puede ser alimentada. Siempre es mágica, por ejemplo cuando en una autopista
sobrecargada de tráfico un extraño hace lugar para que alguien pueda cambiar de
mano… es esperanzador”.
Sobre ser entrevistado: “Es como ser arrinconado. Es
vergonzoso. Por eso, no siempre digo toda la verdad. Me gusta jugar y burlarme
un poco, así que doy información falsa sólo por el gusto de entretener y
mentir. Así que si quieren saber algo sobre mí, no lean una entrevista. Ignoren
ésta, también”.
Bueno muy interesante la nota, el autor y el resultado. Bukowsky 4ever, el ultimo poeta maldito
ResponderEliminarSi, el viejo indecente es un barril de sabiduría cruda y realista.
EliminarSaludos, gracias por visitar el blog y comentar.
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